Hace unas semanas escribí la reseña de Blancura (Random House, 2023) de Jon Fosse. Por eso hoy te dejo las 53 frases que más me impactaron de esta novela.
- Me subí al coche y me marché. Me sentó bien. El movimiento me hizo bien. No sabía adónde iba. Simplemente me marché.
- Puesto que meterme por aquel estrecho camino que se adentraba en un paisaje de suaves colinas no había aliviado en absoluto mi aburrimiento.
- Aunque supongo que eso nos pasa con cierta frecuencia a los que vivimos solos. Se nos hace cuesta arriba cocinar, pues sí, tiendes a comer lo primero que pillas.
- Porque si nadie viviera en esas casas, ¿para qué iba a haber una carretera?
- Esta oscuridad me da miedo. La verdad es que tengo miedo. Aunque sea un miedo sereno.
- La blancura. En la impenetrable oscuridad se ve muy clara. Luminosamente blanca. Una luminosa blancura.
- Y ahí adelante veo una criatura luminosa que viene hacia mí.
- Era sorprendentemente agradable de mirar.
- Y por tanto me quedé allí parado frente a la criatura en toda su blancura.
- Y de repente tuve la sensación de que una mano se posaba pesadamente y aun así con extraña ligereza sobre mi hombro.
- Quizá todos los ángeles brillen en blanco, tanto buenos como malos.
- Y este mundo es oscuro, tan negro y oscuro que no consigo ver nada, y tan grande es el bosque que no encuentro la salida, y tan negro y oscuro que no veo nada, aunque , bueno, ahí, ahí arriba, resulta que ha salido la luna y cuelga ahí tan redonda y bonachona, y por ahí, sí, por ahí han asomado también las estrellas en el cielo, muchas estrellas, estrellas claras, estrellas titilantes.
- Y entonces oigo una voz decir: estoy aquí, siempre estoy aquí, estoy aquí siempre – y me sobresalto.
- Porque ¿qué pasará si no consigo salir del bosque? Vivo solo, así que nadie me va a echar de menos.
- A decir verdad, no recuerdo la última vez que alguien vino a visitarme.
Lee aquí la reseña de Blancura de Jon Fosse
- Y vuelvo a decir: ¿quién eres? – y una voz dice: soy yo – y pienso que la criatura. sí, la criatura, porque tiene que haber sido ella, me ha respondido, así que debe de estar caminando a mi lado, o tal vez camine detrás de mí.
- Digo: ¿quién eres? La criatura dice: soy la que soy – y pienso que no es la primera vez que oigo esa respuesta.
- Tan silencioso es el silencio que da la impresión de poderse tocar.
- Y sí que es mi madre la que está ahí enfrente.
- ¿Y mis padres? Hace un momento estaban aquí, yo los vi.
- Quiero que haya un silencio total, quiero escuchar el silencio. Porque es el silencio donde puede oírse a Dios.
- Y yo me pregunto por qué mi padre no dice nada, aunque la verdad es que. él nunca ha dicho nada, pienso.
- Porque quedarme ahora dormido en la nieve, eso es impensable.
- Aquí, en medio del bosque, hay un hombre vestido con un traje negro, y está ahí mirándome.
- Y ella también está totalmente inmóvil, y bueno, sí, sigue reluciendo, sí, de la criatura sigue saliendo algo así como una luz resplandeciente.
- Es como si todo careciera de límites, como si estuviera encerrado en un espacio cerrado, en el bosque, y aun así resulta que este espacio carece de límites.
- Cierro los ojos. Pero incluso cuando cierro los ojos veo solo una impenetrable oscuridad.
- Y ahí, no muy lejos del hombre del traje negro, resulta que está la criatura reluciente, pues sí, la criatura reluce en su blancura.
- Todo lo que se percibe, pues, de alguna manera tiene que ser real, sí, de alguna manera tiene que entenderse.
- Y me quedo ahí mirándome los pies, desnudos sobre la nieve, pero es que no lo entiendo, pienso, porque es obvio que, con este frío, no me he quitado los zapatos, aunque hay tantas cosas que no entiendo, por ejemplo, por qué estoy en el interior de este bosque, por qué dejé el coche y me adentré en este bosque.
- Y tomo su mano tendida, y entonces noto que estoy dentro de la luz blanca y resplandeciente que ahora más bien parece una niebla luminosa.
- Estamos como en movimiento sin estarlo.
- Y de pronto no quedan más suspiros, solo queda la criatura brillante y resplandeciente que ilumina una nada que respira, que es la que ahora respiramos, desde su blancura.