Portada del libro Sangre nueva de la escritora mexicana Bibiana Camacho en editorial Random HousePortada de Sangre nueva de Bibiana Camacho

En México existe un refrán que dice: no hay mejor lugar como el hogar. Lo que puede hacer referencia que este espacio (de los metros cuadrados que sean) es nuestro lugar seguro. El sitio en el que podemos ser nosotros mismos y podemos sentirnos cómodos con eso. Con lo que somos y con cómo somos cuando estamos aquí. 

Sin duda alguna, el hogar o el lugar en el que pasamos nuestra infancia tiene un impacto importante por el resto de nuestra vida. Es ahí, entre esas paredes, donde encontramos nuestra identidad, donde compartimos risas, llantos, temores, recuerdos y preocupaciones con nuestros padres o hermanos. Es ahí donde heredamos dichos, muletillas, actitudes y comportamiento. 

Pero, hay casos en los que este espacio no es el lugar seguro, sino el ojo del huracán permanente que en ocasiones nos afecta psicológica y socialmente al grado de sentirnos un anexo de él, con el miedo constante de volvernos huracanes o volvernos como esos demonios que habitaban nuestro espacio.

Una temática similar es la que se aborda en el libro Sangre nueva (Random House, 2023) de Bibiana Camacho. En esta novela conocemos a Casandra, una traductora mexicana que ha dedicado buena parte de su adultez a huir de los ojos casi omnipresentes de su madre. 

Pero, es la muerte de la madre, la que lleva a Casandra a heredar el departamento en el que pasó su infancia con su Madre y su Padre. Dudosa de si habitarlo o no, es convencida por Fernando, su pareja, para que se muden a este espacio. Ya que esto les permitirá ahorrar una buena cantidad de dinero, a la par que Fernando trabaja en su libro: una investigación que lleva ya varios años y que a palabras de él les cambiará el rumbo, no sólo a su área de estudio sino a sus vidas. 

Al volver al departamento se da cuenta que todo en él parece tener vida, todo dentro de esas cuatro paredes le recuerdan el huracán del que huyó en el primer momento que pudo una vez terminada su infancia.

Poco a poco el departamento va tomando un aire de misterio, como si no fuera suficiente con que Casandra llevará a diario la carga de mamá, ahora en el sitio en el que vive se siente juzgada por esa presencia de Madre. Sentimiento que había olvidado.

Lo que le ocasiona volver a los ataques de pánico y ansiedad. Como esos años en los que mamá llegaba borracha, como esos años en los que parecía que mamá no podía ni quería tenerla. 

La novela va dando saltos temporales, entre el presente, el pasado y el presente fuera del departamento. A través de las conversaciones que Casandra tiene con su amiga, en donde reflexiona sobre Fernando y sus actitudes y cómo parece que estar ahí provoca que él cambie. 

Hablándonos también sobre las vecinas del edificio, mujeres que han enviudado y que ahora dedican sus días a comunicarse lo que ven, escuchan y crean en el edificio, sin ser Casandra uno de los temas que abordan en sus reuniones. 

Invitándola a pasar tardes con ellas, nuestra protagonista busca huir de esas mujeres a las que considera arpías. De las que tiene recuerdos de cómo se expresaban y trataban a su madre después de que papá las abandonó y más tarde cuando Madre hizo más notorio su alcoholismo y sus problemas psiquiátricos. 

En un inicio estas mujeres se lamentan, pero comentan que fue lo mejor para su madre, ya que sabían cómo trataba a su hija. Para capítulos posteriores lamentarlo y decir que era una gran amiga, una gran escucha y una gran confidente. Jugando con la mente de la nueva habitante. 

Poco a poco, con el pasar de los días y de las páginas, Casandra va mostrando actitudes que le parecen llevar a los mismos episodios que ella vio de niña, pero que ahora la protagonista, quien daña, grita, se enoja no es Madre, sino Casandra.

Lo que la lleva a preguntarse: ¿somos, en todos los aspectos, el reflejo de nuestros padres?, ¿será que las personas o personalidades que más odiamos es porque somos un reflejo de ellos?, ¿podemos terminar siendo igual que ellos?

Estas se vuelven en las preguntas constantes de Casandra, en la que cada vez se siente menos apoyada por Fernando, quien hace cosas para quedar bien con las vecinas que la critican. Y que incluso llegan a decir que es igual que su mamá. 

Así, a través de Sangre nueva, nos damos cuenta que en ocasiones la vida puede parece una extensión de la vida de nuestros progenitores, pero que queda en cada uno de nosotros romper ese círculo, mirarnos al espejo y saber que aunque físicamente podemos ser iguales es una vida diferente, alejada e independiente. 

Mira aquí una breve reseña de Sangre nueva de Bibiana Camacho

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