A veces cuando platico con mis compañeros en el trabajo me doy cuenta de lo marcado que podemos tener algún producto o marca por generación. Siempre he pensado que para mi beneficio, al menos en la actualidad, nací en los 90, en los inicios de los 90. Lo que significa que en muchas ocasiones puedo conectar con generaciones como la Z o generaciones como los old millennials.
Además, otra ventaja que veo ahora al haber nacido en los 90 es que puedo conectar con muchos productos que se fueron antes del nuevo siglo y he visto crecer a aquellos que nacieron después. Al igual que he podido formar parte de la creación y evolución de dinámicas y productos que han lanzado diversas compañías para subir sus ventas.
Productos como los primeros tazos de los Looney Tunes, en el 94, que venían dentro de las bolsas de Sabritas, que si bien no coleccioné por estar más preocupado en tomar leche materna y no morirme cuando me quedaba dormido, en mi casa había varios de ellos.
También viví el momento en el salieron los hielocos por parte de Coca-cola. O los Pepsilindros, una de las primeras dinámicas en las que tenías que juntar 10 taparroscas más tres pesos con cincuenta centavos y te daban tu cilindro.
Esto en los años 90, ya en los 2 miles me tocó juntar envolturas de Bimbo y cambiarlas más cierta cantidad de dinero por los camiones, camionetas o tráileres repartidores a escala de dicha marca.
Con la llegada de los celulares las dinámicas fueron distintas, ya no tenías que juntar tus bolsas y dar dinero para conseguir algo. Ahora podrías enviar un código vía SMS a algún número y la marca te recompensaba con algún incentivo. ¿Imaginas cómo crecieron las bases de datos de las compañías en esos años?
Pero, la forma de hacer publicidad cambió radicalmente con la llegada de las redes sociales. Ahora era más fácil y más rápido compartir información, apoyar y votar a dicha marca. La inmediatez de las redes sociales ha hecho que algunas marcas decidan generar contenido más para estos sitios que para la publicidad offline.
Son también las marcas las principales culpables de que en muchas ocasiones, sin querer, me aprendiera sus jingles que aún hoy recorren espacios en mi inconsciente que ni yo mismo conozco. Como aquel: póngale lo sabroso de Hellmann’s, perdón, perdón, mayonesa McCormick o el hace feliz a tu nariz que cantaba cuando mi mamá me ponía a limpiar con Fabuloso o el ya clásico y desaparecido chá chá chá Charmín. O el dura dura dura dura de los triciclos Apache.
Pero, ¿a qué voy con todo esto?, ¿por qué hablar de publicidad, de marketing y de jingles?
La respuesta, en este caso y como suele ser en este espacio, es por un libro. Hace unos días me encontré con un libro que desde la cuarta de forros me llamó la atención: reguetón, Pepsi, publicidad, muerte, la novela: La felicidad de los perros del terremoto (Random House, 2019).
En esta novela conocemos a Luis Pastrana, un publicista con el puesto de creativo en una agencia de publicidad. Sí, de estas que hacen comerciales y todo, de esas que se encuentran en Santa Fe, en edificios inteligentes y elevadores súper rápidos, porque las agencias publicitarias se encuentran en Santa Fe, las agencias de Marketing en la Roma-Condesa.
Luis es el ejemplo de una generación: trabajo que no disfruta, porque si pudiera sería más bien escritor, novelista concretamente; tiene depresión aunque no es capaz de interpretarla como tal y mucho menos de buscar ayuda. Califica al mundo como un teatro y la actualidad como La Edad Media 2. Su pareja lo abandonó hace cuatro años sin explicación aparente y desde ese momento su contestador tiene al final: si eres Luciana: Chinga tu madre.
Luciana fue, en muchas formas, la mujer que marcó la vida de Pastrana, esa mujer con la que su vida tenía si no bien un sentido absoluto, sí al menos color. Para nuestro protagonista esta mujer era perfecta desde el momento en el que se conocieron en un taller de escritura el día pride de la Ciudad de México y terminaron en el estudio de ella viendo si sus alturas hacían posible que cogieran de pie hasta el momento en el que ella lo abandonó. Meses después de que ambos escaparon de la ciudad caos para amarse y entregarse de lleno en un hotel por la salida a Cuernavaca, acompañados de un pollo rostizado.
Recibiendo años después un mensaje en su contestador de teléfono al mero estilo de Albert Camus: Tuve un hijo tuyo, se llamaba Lucas, murió. Lo enterramos ayer. Rompe algo que el propio Luis desconocía. Comienza así una continúa lucha interna sobre la paternidad, sobre el sexo, sobre el desempeño sexual y sobre la idea de Dios y la evolución humana.
Todo esto a la par que un joven Emiliano Zapata, un tipo extraño que se ha hecho “famoso” por videos subidos a redes sociales en los que se ve en su trabajo en una tienda de mascotas maltratando a diversas especies.
Lo que lleva al enojo colectivo, pero, lo tiene sin cuidado y con tiempo suficiente después de ser despedido para poder escribir correos a diversas personas, entre ellas Alma Delia, una joven que se acaba de enterar que su hermana no es su hermana, hija de una ex actriz que actualmente se encuentra en las garras del alcoholismo.
Y a la par en el que al director de la agencia donde trabaja Pastrana, un tipo al que de apellido le dicen: Promo, se le ocurre la idea de que Pepsi genere una campaña en la que puedan enviar a su Spoken Person: Biuti Full, un reguetonero mexa, como El Bogueto, El Malilla o Dani Flow en la actualidad, a dar un concierto completamente gratuito al lugar en el que decidan los consumidores.
Pero, los consumidores, que no siempre son el buyer persona que ha creado la agencia, pueden jugar en contra de las marcas sólo para ver de que son capaces éstas. Por lo que después de una votación la ciudad elegida termina siendo Kodiak, Alaska. Momento en el que consideran a nuestro protagonista para viajar y conocer estas tierras estadounidenses.
Así vamos conociendo a nuestros personajes, a la par que vemos sus historias, el joven Pastrana que deseaba ser escritor y por eso fue abandonado por Luciana. Emiliano Zapata y cómo utiliza sus correos para generar una novela experimental. Biuti Full y su interpretación del reguetón, sus deseos y anhelos musicales, sus pánicos y su miopía que alcanza niveles graves.
También conocemos a Mónica Delia, la hermana de Alma que se dedica a mentir con tal de conseguir aquello que cree merecer. Y a todas las parejas ocasionales de Luis, quien por más que lo intenta no puede sacar de su cabeza y corazón a la madre de su hijo muerto.
Una novela que combina muy bien la risa con la tragedia, una novela mexicana con sus modismos y sus ironías nacionales.