El pasado 10 de octubre de 2024 la Academia Sueca dio a conocer el nombre de la autora ganadora del Premio Nobel de Literatura de este año: Han Kang por “su intensa prosa poética que afronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”.
Añadiendo que “tiene una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos, y en su estilo poético y experimental se ha convertido en una innovadora de la prosa contemporánea”.
Convirtiendo a la autora en la primera surcoreana en ganar el Nobel, siendo la decimoctava mujer en conseguirlo a lo largo de los 123 años que han transcurrido desde la primera vez que se entregó dicho premio. Lo que me llenó de felicidad. Y a la vez de pensamientos sobre a qué autores que cuentan con este galardón he leído.
Automáticamente me encontré con nombres como Gabriela Mistral, Gabriel García Márquez, José Saramago y Mario Vargas Llosa. Número por demás bajo. Por lo que me dispuse a leer a autores galardonados en los últimos 4 años. Lamentablemente en mi librería de confianza sólo contaban con un título y un autor que cumpliera con este rango. Así fue como llegué al libro: Blancura (Random House, 2023) de Jon Fosse.
Para un mayor contexto, Jon Fosse es un autor noruego nacido en 1959, quien ganó el Premio Nobel de Literatura en el año 2023, al ser reconocido por “sus innovadoras obras de teatro y prosa, que dan voz a lo indescriptible”. Al tener Blancura en mis manos, la dependienta de la librería me comentó que era un libro sencillo, un poco guiada por la extensión del libro (89 páginas) y otro poco guiada por sus ganas de generar comisiones.
—¿Ya lo leyó?, le pregunté.
—No. En realidad no. Lo comencé… es que aquí no nos dan mucho tiempo para leer y no lo he podido comprar, pero está interesante y cortito. De ese tipo de libros que lees en un día.
Si algo he aprendido como lector, es que cuando se trata de un autor con un premio como este, nada es sencillo. “Está bien, me lo llevo”, le dije.
Llegué a casa y comencé la lectura. Pase una página, pase dos, pase tres y no veía un punto y aparte. Y desde la primera línea me di cuenta que sería un libro lleno de anáforas. Es decir, repetía la palabra para darle mayor fuerza al texto al final o a la mitad de cada oración. Para dejarnos claro los pensamientos y sensaciones de nuestra o nuestro protagonista. Género abierto a la interpretación del lector.
Al no encontrar un punto y aparte decidí que no podía leerlo en ese momento. Y no porque no quisiera, sino porque había demasiados distractores para hacerlo. Por lo que esperé un par de días y me hice un espacio de un sábado completo para leer esta obra. Desde esas primeras páginas me di cuenta que su lectura sería todo menos sencilla.
Como ya lo había comentado este libro se compone de un solo párrafo, tal como lo hizo Roberto Bolaño en el libro Nocturno de Chile (Alfaguara, 2017), en el que el autor nos muestra la última noche de un sacerdote y cómo este tiene un monólogo sobre su participación con la ultraderecha del régimen de Pinochet.
En el caso de Blancura tenemos también un monólogo, de una persona que se encontraba aburrida en su casa y decidió salir a conducir sin un rumbo fijo. Bajo el patrón de que al llegar a una bifurcación iría alternando entre girar a la derecha o girar a la izquierda. Llegando así a la entrada de un bosque, en el que su auto quedó atascado debido a la nieve y el camino de terracería por el que iba conduciendo.
El autor nos muestra el bosque y lo alejado que está de las últimas casas a las que podría dirigirse a pedir ayuda. Por lo que dentro de esta serie de malas decisiones, comienza a caminar hacia las profundidades de este espacio lleno de árboles y de nieve, nieve blanca como la mente en sus momentos más serenos. Blanca como cuando el sol nos da de lleno a los ojos. Una blancura cegadora, una blancura extrema.
Mostrándonos como nuestra o nuestro protagonista cambia de decisiones constantemente, tenía idea tras idea y sin llegar a tomar una al cien por ciento, para y decide tomar otra ruta u otra idea u otra iniciativa. Como cuando iba manejando y daba vueltas sin pensar a dónde llegaría o si habría algún destino en particular al finalizar ese viaje. Llegando incluso a contagiar al lector sobre sus miedos y su ansiedad por momentos. Mostrándonos cómo la mente puede jugar constantemente con nosotros.
E invitándonos a la reflexión sobre cómo en muchas ocasiones tomamos decisiones o realizamos nuestras tareas diarias por mera inercia, sin pararnos a pensar en lo que estamos haciendo. A veces, incluso, motivados por impulsos, para después quejarnos de todo eso.
Siendo rodeado de la nieve y bajo la belleza de una noche despejada el o la protagonista nos cuenta sobre un ente, una blancura que lo conoce, que sabe quién es, pero que no puede hablarle. Al menos no directamente. ¿Quién será y qué querrá?, ¿será que la blancura también puede lastimar, que no sólo es la oscuridad el significado de la maldad sino que aquello que se conoce como su contraparte también nos puede herir profundamente?
Con lo que el autor nos lleva a reflexionar sobre la vida y la muerte. Nos hace, también, acompañar a nuestro protagonista a tener charlas con sus padres, a pesar de que él se sabe solo en este bosque. ¿Sus padres están vivos o están muertos? Nunca nos lo dice. Lo que sí es que ellos están ahí porque fueron por él. ¿Para qué, o por qué, acaso para hacer la transición de la vida a la muerte?
¿Qué se necesita para narrar el silencio?, ¿cuál podría ser la mejor fórmula? En Blancura el autor noruego se adentra en ese silencio externo. El silencio del mundo que constantemente está corrompido en nuestra mente por ese diálogo interno. Esa conversación con uno mismo. Esos juicios que se elaboran antes de tomar una decisión. Esos pensamientos que nos hacen recordar nuestros errores o que maximizan nuestros defectos y virtudes.
Con una prosa a tropiezos, como la mente del ser humano, Fosse logra adentrarnos en ese bosque, en esa noche, logra mostrarnos la belleza y decirnos que no es necesaria la tecnología en todo momento. Que hay espacios y momentos en los que podemos enfocarnos a nosotros. Trasladarnos a ese espacio en el que todo está vacío pero lleno de luz. Midiendo a su vez los riesgos de salir de la cotidianidad.
Sin duda un autor capaz de darle voz al vacío, al silencio y que nos muestra la belleza y el terror de decidir y de pensar.