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Portada del libro El lugar sin limites del autor chileno José DonosoPortada de El lugar sin límites de José Donoso

Sin duda en la literatura hay textos que pueden ubicarnos en alguna geografía específica, como lo serían Pedro Páramo de Juan Rulfo o Tu lengua en mi boca de Luisa Reyes Retana; pero, hay otros títulos en los que la historia podría hacernos pensar en cualquier lugar, aún cuando ésta narra el sitio específico en el que se desarrolla la historia. Es esto lo que puede volver, de acuerdo a la lectura y a la temática, a una obra universal y en algunos casos imprescindible.

Hace unos días llegó a mis manos una novela que me hizo sentir en otro tiempo, pero en este lugar. Me explico, me hizo sentir en los años de la revolución mexicana, digamos década de 1910 o 1920. Años en los que varios pueblos del país todavía no estaban electrificados, en los que la violencia machista era el pan de cada día y en el que mucho menos se hablaba de la sexualidad o la identidad de género. La obra de la que hablo es El lugar sin límites (Debolsillo, 2023) de José Donoso, una de las obras más crudas y más universales, mejor dicho más latinoamericanas con las que me he encontrado. 

En esta obra conocemos a la Manuela y a la Japonesita (en ningún momento sabemos su nombre) un par de prostitutas, dueñas del único prostíbulo o casa de citas de la región, sitio en el que los hombres van a buscar distracción y calor humano distinto al de sus esposas.

Como visitante constante a este sitio se encuentra don Alejo o Alejandro Cruz quien es el hombre más importante de esta región llamada Estación El Olivo, pueblo que se encuentra muy cerca de la ciudad de Talca, en Chile.

Don Alejo es de esos hombres que se hacen de su leyenda a costa de trabajo fuerte, de algún que otro chanchullo con el prójimo y de una astucia que se asemeja a la que se dice tienen los zorros. Este hombre es dueño de casi todas las casas de este pueblo, además es senador del mismo y prestamista. Lo que le ha permitido ejercer como una especie de dios sobre El Olivo. Ya que sus decisiones son ley, sin más.

Uno de los hombres que le debe dinero es Pancho Vega (quien bien podría ser su hijo o al menos esto es lo que el propio Pancho piensa), gracias a que él le prestó dinero para comprarse su camión de fletes, pero le cobra altos intereses que Pancho se ha cansado de pagar y que preferiría ocupar con su esposa, con quien vive en un pueblo alejado a éste, ya que guarda un rencor indescriptible hacia El Olivo, gracias a su pasado y la forma en la que fue tratado por la familia Cruz cuando era un niño. 

Pancho ha regresado a El Olivo para pagar los meses atrasados a Don Alejo y para ir a visitar a la Japonesita y a su padre la Manuela de quien siente una atracción que no es capaz de aceptar, debido a que su “hombría” no se lo permite.

A tal punto que él ha tratado a la Manuela como los otros habitantes del pueblo, quienes disfrutan de su espectáculo de danza española, pero no son capaces de aceptar la atracción o deseo que les provoca, por lo que terminan agrediéndola y haciéndola sentir menos o sentir lástima por ella misma. 

La Manuela llegó a este pueblo hace mucho tiempo, en el año en que Don Alejo fue elegido por primera vez como senador. La primera vez que pisó El Olivo venía a dar su espectáculo de danza española a la misma casa de la que ahora es dueña, donde vivía la Japonesa Grande, madre de la Japonesita.

En el momento en que llegó al prostíbulo, se puso a la orden de la Japonesa, con la que realizó la decoración del lugar para la gran celebración del nuevo senador. Fue en esa noche y bajo una apuesta que la Manuela estuvo en la cama con la Japonesa, para así volverse dueña de la mitad del prostíbulo y tener una casa, un lugar al cual poder pertenecer, aunque fuese el mismísimo infierno. Y fue así como concibieron a la Japonesita quien a pesar de todo es la única que puede decirle papá a la Manuela. 

El Olivo estaba destinado a ser un sitio próspero, se tenía contemplado ser un pueblo turístico, con una carretera importante atravesando el centro del pueblo, lo que elevaría los precios de las viviendas y la forma de vida de los pobladores, además permitiría que la llegada de la electricidad fuera más rápida y sencilla.

Pero, los planes que uno tiene para la vida no siempre salen como uno espera. Y en esta ocasión fue así. La carretera planteada cambió de ruta y los pobladores cansados de la vida en este sitio cada vez eran menos. Algunos se iban a Talca o a otros poblados y El Olivo quedaba cada día más desierto. Volviendo así a este pueblo en uno de tantos, en uno de esos que son olvidados por Dios y dominados por un solo hombre, como suele pasar en diversos poblados de latinoamérica. 

Cayendo en la monotonía de los días, en los que todos parecen ser igual y en los que todos parecen haber olvidado la fe y la esperanza. Los pocos que quedan son capaces de todo por salvarse a ellos mismos. Viviendo entre sus costumbres y sus prejuicios, como Pancho Vega o la Manuela que no pueden aceptar su realidad, eso que son y que en el fondo esconden.

La Manuela sin la aceptación y libertad para huir de un pueblo en el que lo único que le queda es una casa y su hija, a quien tampoco acepta, porque ella no es su hija, es una prostituta más en el sitio en el que ella/él también es una prostituta; una prostituta adulta, quien ya debería estar en el retiro, pero no es capaz de aceptar su edad, su realidad de que aquellos años mozos se le han ido de las manos en esta tierra.

Y Pancho sin aceptar aquellas emociones provocadas por la Manuela, sin aceptar quién es y lo que desea, pensando que teniendo esposa e hijos escapa de la realidad tan enraizada como su pasado en El Olivo.

Recordando que no sólo es el pueblo el que ha sido abandonado por Dios, sino todos sus habitantes, quienes ahora o pronto volverán para pasar la eternidad en este lugar sin límites…

Mira aquí una breve reseña de El lugar sin límites de José Donoso

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