En Fuego cruzado, la periodista mexicana Marcela Turati nos presenta un reportaje crudo, doloroso y profundamente humano sobre las víctimas civiles de la llamada Guerra contra el narco, iniciada durante el sexenio del expresidente Felipe Calderón Hinojosa.
Este libro no se centra en cifras ni discursos oficiales, sino en los rostros, historias y testimonios de quienes han sufrido directamente las consecuencias de una estrategia militarizada que sumió a buena parte del país en una espiral de violencia sin precedentes.
Historias reales desde las zonas más golpeadas por la violencia
A lo largo de las páginas, Turati recorre diversas regiones de México —Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas, entre otras— para documentar casos emblemáticos de violencia contra inocentes, donde los límites entre víctimas, perpetradores y autoridades se difuminan en una zona gris de impunidad y dolor.
Casos que estremecen
Entre los testimonios recogidos por la autora, destacan episodios que marcaron la memoria del país:
- La masacre en una carrera de caballos en Chihuahua, donde un comando armado asesinó a todos los presentes, incluyendo un bebé de apenas seis meses.
- El caso de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey, asesinados por militares y posteriormente presentados como sicarios ante los medios de comunicación.
Estos relatos no solo denuncian, sino que humanizan las estadísticas, dándole voz a quienes han sido silenciados por el miedo, el poder y la indiferencia.
Un libro indispensable sobre la violencia contemporánea en México
Fuego cruzado es un reportaje imprescindible para comprender la verdadera dimensión de la violencia que ha marcado a México en las últimas décadas. Turati nos muestra que la guerra no solo ocurre entre narcos y soldados, sino que atraviesa las vidas de familias, estudiantes, trabajadores, niñas y niños que no tenían nada que ver con el crimen organizado.
¿Por qué leer Fuego cruzado hoy?
Porque sigue vigente. Porque las heridas siguen abiertas. Y porque, como demuestra Marcela Turati con valentía y rigor periodístico, no se puede hablar de justicia ni de verdad si no se reconocen las voces de quienes perdieron todo sin deberla ni temerla.
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