La semana pasada escribir sobre Mi hermanita Magdalena (Debolsillo, 2024) de la escritora mexicana Elena Garro. Por eso ahora te dejo las 116 frases que más me cautivaron en esta novela.
- La desdicha empezó en mi casa con la desaparición de mi hermanita Magdalena.
- Hacía casi tres años que vivíamos en la capital y el resultado fue la desaparición de mi hermanita Magdalena.
- —Nosotras nunca nos vamos a casar —le contestó Magdalena que ya había decidido nuestras vidas.
- Magdalena iba a ser artista de dicen en Hollywood. Mi hermana Rosa modelo de sombreros y yo modista de alta costura y experta en belleza.
- Mis hermanas y yo teníamos un grave impedimento para lograr una boda: mi padre carecía de una buena fortuna.
- —La viudez es el estado perfecto para una malcasada.
- Mi abuelo francés consideraba a la familia de mi madre más protestante que católica.
- —Sí, fui muy feliz y quiero que tú lo seas, Magdalena, Este México no es para una chica como tú.
- El terror avanza a pequeñas dosis y con un ritmo cada vez más acelerado hasta inmovilizarnos.
- Cuando desapareció mi hermanita, la veíamos en todos los rincones, recordábamos cada una de sus risas, de sus pleitos.
- Esperamos en vano una llamada de Magdalena. No llamó nadie. Ignorábamos la dirección de Enrique.
- Pasaba el tiempo y el hueco dejado por mi hermanita crecía para tragarnos a todos.
- Contemplar su ropa inútil nos hundió en una tristeza desconocida hasta entonces: la certeza de una ausencia irreparable, el final de una vida dichosa y el temor al porvenir nos hizo sentarnos en el borde de la cama, para saber por vez primera que la vida no era ese espejo límpido en el cual nos deslizábamos iguales reflejos apacibles, sino un laberinto oscuro poblado de asechanza que no podíamos prevenir.
- Doña Justa mentía con descaro. ¿Qué se proponía?
- Doña Justa era un personaje inesperado en nuestras vidas, un elemento paralizante, un cuerpo extraño, una presencia hostil, que provocaba pleitos en la mesa entre nosotros, los hermanos, y ella simulaba querer poner la paz, mientras mis padres permanecían mudos de ira.
- —¿Qué pretende usted, señora? ¿Qué les ponga una guardia a sus criadas como la que lleva el señor presidente? Me parece que ya están mayorcitas para cuidarse solas. Debe ser algún borracho y yo no puedo arrestar a todos los borrachos que pasen por delante de su casa.
- La señora sabía todo, adivinaba nuestros pensamientos, nos observaba con sus ojos enormes después y no podíamos tragar bocado.
- La sensación de que la gente se apartaba de nosotros para dejarnos solos era angustiosa. Sólo doña Justa llegaba con la puntualidad de un castigo merecido.
- En un puesto de libros viejos vimos el título adecuado para nuestra situación: Crimen y castigo por F. Dostoievski.
- —¿Rosalitos? Un hombre muy bueno. Trabaja con Gobernación y es amigo de todos nosotros. Justita está bien relacionada.
- Decidimos quedarnos quietas y volver a la escuela. Después tendríamos tiempo para hacerle justicia a mi hermanita a la que ya casi dábamos por muerta.
- —Soy la esposa legitima de Luis María…
- —Luis María es el que está chacoteando con la vieja puta.
- Raquel nos llevó a una banca vacía, nos compró cacahuates y platicó con nosotras un largo rato. Ella sabía que se habían llevado a Magdalena, pero ignoraba adónde.
- Un bofetón brutal de Luis María le cerró la boca.
- La vida no era como nos la habían contado. La vida era la nota roja de los periódicos que nos prohibían leer.
- Ésa es la lata de matar, queda el cuerpo y ya no se levanta nunca.
- Sucedió algo inesperado: doña Justa llegó a la casa acompañada de su sobrina María Ema, la hija de Timo y Olegaria.
- Mi madre había suplicado que volviera a su trabajo para salvar la casa de un remate de Conciliación y Arbitraje. Hermelinda se quedaría todo el tiempo que lo deseara y nosotros debíamos callar.
- La víspera de la boda por la Iglesia de Hortensita abandoné mi casa, nunca pensé que fuera para siempre, y salí rumbo a París a socorrer a mi hermanita Magdalena.
- Tenía que volver pronto a la casa acompañada de Magdalena para restablecer el orden familiar. El avión no debía caerse.
- No tuve valor de decirle que había cambiado tanto que si la cruzo en la calle no la hubiera reconocido.
- Magdalena agachó la cabeza, pareció muy avergonzada. Se casó para desafiar a Just, a la que no conocía.
- Enrique sin decirle nada, organizó la boda con testigos parecidos a Timo. Ella no tomó en serio aquella farsa, pero Enrique la tomó muy en serio, se ofendió mucho con ella y esperó al domingo para venir a sacarla de la casa.
- En París, Enrique se anunció como aristócrata mexicano.
- Enrique la dejaba en el hotel y por las noches la llevaba a bailar y a cenar con grupos de amigos sudamericanos y europeos.
- Enrique es ateo y blasfemo. Compré libros de horóscopos y estudié su caso. Es un hombre que camina con un hacha al hombro para tomar venganza.
- Escribí muchas cartas a mis padres y a mis hermanos. Al releerlas, me parecieron delirantes. Le expliqué la vida de Magdalena con Enrique e insistí en que éste tenía amigos en el Gobierno, no sabía si de “arriba” o de “abajo”, pero debían ser muy prudentes. Y esperé su respuesta.
- ¿Magdalena era ladrona? Me sentí perdida. Salimos a la calle. “Esa chica se ha vuelto loca”, había dicho mi madre. ¡Y era la verdad!
- La pareja nos explicó que los beatniks era un nuevo grupo norteamericano que estaba cambiando la literatura, la pintura, la poesía y las costumbres.
- Jugaba una comedia. Estaba arreglado de antemano que sus amigos no asistiera a la cena.
- La cena se convirtió en un duelo silencioso. El disgusto reflejado en los ojos traslúcidos de Chantal nos impedía probar bocado.
- Adentro se movían grupos de desarrapados, que simulaban bailar con aquella música horrible. Parecía que todos estaban borrachos.
- Las fotos de los periódicos de los policías aplastando a los manifestantes contra las rejas del Metro nos convencieron de que debíamos quedarnos quietas.
- Se nos ocurrió que Raquel podría decírnoslo.
- “¿Qué no saben que la mataron hoy hace ocho días?”
- “Pues su asesino pasó a degollarla y nadie, nadie oyó nada”.
- Mi papá no entendió nada. Hermelinda le avisó a mi mamá: “Ya llegaron los de la secreta por el señor”. Mi mamá casi se desbarranca por la escalera.
- Según ellos mi papá degolló a Raquel.
- Se supo todo, que tú y yo visitamos a Raquel que ella nos estaba llevando por el mal camino, por eso la mató mi papá.
- Mi papá ha cambiado de plan, va a vender la casa en secreto y nos vamos a ir a El paso, Texas, con Marta y Loreto.
- Una vez en nuestra habitación, nos miramos desconcertadas durante largo rato. Habíamos actuado como dos salvajes empujadas por el miedo súbito e inexplicable.
- Por la ventana contemplábamos el cielo bajo, color panza de burro, el edificio de piedra de la acera de enfrente y abajo en la acera a los policías patrullando con ametralladoras en la mano.
- Doña Justa, que cada día estaba más poderosa y salía más en el periódico en las columnas de Sociales.
- —Lo curioso es que la imponen las democracias para explotar mejor al pueblo —agregó su padre.
- A mí me importaba lo que aquella víbora había dicho de mi padre. En cuanto a la otra que hablaba de Justa con tanta admiración, ni me volví a mirarla.
- Las noches eran peligrosas, estallaban bombas, volaban automóviles de gentes conocidas y los cordones policiacos eran incapaces de evitar las explosiones.
- El marido de mi hermanita me dio miedo. ¿Por qué se aparecía justamente la víspera de nuestra partida de París?
Lee aquí la reseña de Mi hermanita Magdalena de Elena Garro
- Fuma, la mariguana hace maravillas, termina las guerras, produce sueños largos, interminables, termina con el tiempo y con la distancia.
- Es insoportable, para que lo sepas de una vez, ¡no la soporto!, pero no quiero dejarla. Puedes decírselo de mi parte.
- Dile que se quede donde está y que no dé ningún paso en falso. Es mejor para ella y para tus papacitos. Ya tu pobre padre tiene bastante con la muerte de ésa.
- Sólo yo caminaba al azar buscando un taxi. Era increíble que en París pudiera ser tan desdichada.
- La frase “trata de blancas” me pareció siniestra. ¿Y por qué no de morenas?
- La noche siguiente salimos para Suiza. Me sentí en peligro en el vagón iluminado por un foquito rojo.
- Fueron alemanas hasta que huyeron de Hitler, para instalarse en Suiza. Su otra hermana fue compañera de Togliatti. Doris repitió varias veces: ¡Togliatti! Era muy charlatana, pero no logramos interesarla en ayudarnos a buscar alojamiento.
- La señora se llamaba Vicki. Riendo se empeñó en que éramos húngaras como ella.
- Anunció que se marchaba de Ascona por unos días, miró a mi hermanita, le besó la punta de la nariz y se alejó corriendo.
- Todos tenían un lugar adónde ir, sólo nosotras vagábamos como dos basuras levantadas por el huracán que barrió mi casa.
- Yo no me sentía tranquila, tenía la sensación de estar un columpio muy alto y que sus cuerdas podridas podían reventarse en cualquier momento.
- Esa noche en vez de dejarme saborear el triunfo invisible de Magdalena, Doris se dedicó a demolerme.
- —Gino es un pagano. Tenemos un pacto, él es mi novio, mi amante, pero está comprometido con una campesina italiana. Cuando se case no habrá ningún disgusto, porque Gino juega limpio.
- Magdalena iba pensativa, el final de las fiestas felices produce melancolía, buscaba las huellas de esas horas mágicas que irían purificándose en la memoria a medida que pasara el tiempo.
- Le interesaban los campesinos y los latifundios. Con paciencia nos explicó la injusticia del sistemas de clases en el que vivíamos.
- Helga pareció complacida con Magdalena. La miró con ojos adormilados, le tomó la cara entre las manos y le dio un beso en la boca.
- Sí, m’hijita… ¡ay, nosotros los homosexuales y ustedes las mujeres bonitas siempre estamos en peligro! ¡Y no tenemos defensa! ¡Ninguna defensa! Si a ustedes les pasara algo parecido dirían que ustedes habían provocado al ladrón o al asesino.
- —Se supone que los hombres debemos ser muy valientes —y de pronto se echó a reír.
- —Anoche decidieron construir un muro alrededor de Berlín para incomunicar a Berlín Este con el Berlín Occidental…
- El amor es tan invisible como la electricidad y los que están afuera de esa corriente poderosa si se acercan se pueden llevar un choque.
- ¿Cómo que quiénes son ellos? ¡Pues los judíos! Marx, Engels y todo su ejercito infernal. Ellos han traído el mal al mundo.
- No entendí el miedo que me produjo en el embarcadero y menos aún el que me seguí produciendo en aquel cafetín oscuro.
- A mí no me gusta, es un lugar conflictivo, triste, lleno enemigos políticos, quiero decir nazis y comunistas.
- Pero nunca sospeché que se había comprometido con los tres al mismo tiempo y que a los tres lo engañaba.
- ¡La verdadera mujer moderna, joven, bella y libre!
- ¡Mi hermanita era una tramposa! Iba por muy mal camino. ¿Qué podía decirles a mis padres? ¿Y a las madres? Más valía no pensar.
- Mis padres saben mucho, pero Nuestro Señor Jesucristo sabe más que ellos.
- —¡Estefanía! Es Erich María Remarque, el autor de Sin novedad en el frente —me gritaron Helga y Tarsicio.
- Cuántas estrellas, el universo es infinito, en noches así me doy cuentas de que somos insectos pequeñísimos, orugas, arrastrándonos sobre esta tierra rugosa.
- Entérate de que los periódicos están hechos para ocultar la verdad y llenarles la cabeza de estupideces a las pedantes como tú.
- ¡Esto nos faltaba en Ascona, como si no tuvieramos ya nazis, comunistas, espías y ahora un suicidio por una pasión loca!
- —¿No ve lo que sucede? El muro de Berlín, el contrabando de armas, la guerra de Argelia, en París hay un diluvio de bombas, el contrabandista muerto, Paul asesinado y así seguiremos hasta que nadie quede vivo.
- ¿Y los testigos para qué sirven? ¡Para nada! El miedo los aleja y los vuelve mudos.
- Pero está escrito que la dicha es fugaz y pasajera y que este mundo es un valle de lágrimas, como nos repetían mis tías a la salida de la iglesia.
- —El movimiento “Trece de Mayo” es el de De Gaulle. Ese día dio el golpe de Estado. Mataron a alguien, te han puesto aquí sus documentos personales y políticos para culparte de complicidad con la OAS.
- La caja negra cambió nuestras vidas. Cuando amaneció ya no éramos las alegres bañistas de Ascona.
- Estábamos seguras de que alguien muy obvio era el causante de nuestras desdichas, pero no dábamos con la persona.
- Doña Justa era preferible a los terroristas, pero ¿acaso en el origen de nuestra desdicha no se erguía su figura enorme, negra y amenazadora?
- Todavía ignorábamos que el peligro es un platillo que se come a solas.
- Salió de la cabina telefónica tranquilizada, había localizado a Enrique en su oficina de rue Spontini, ¡era un milagro!
- Nunca imaginamos que los terroristas pudieran ser tan elegantes.
- “El terrorista de las OAS Frascatti, arrestado hoy”, se me doblaron las piernas.
- Todo seguía igual, incompleto, inacabado, en el desorden de aquel lunes lejanísimo en que llegamos felices con Helga.
- Era la primera vez que sentía que de verdad alguien deseaba la muerte de mi hermanita y la mía. ¡Era un sentimiento extraño, insoportable!
- Ver dentro de nosotras significaba enfrentarnos a un torbellino de terror interno que nos paralizaba y nos impedía dormir.
- En efecto, Gille le había vendido a Magdalena unos cuartos hipotecados varias veces y próximos a salir a remate.
- Nos entregaría las actas de las hipotecas con el sello de pagadas y el acta de venta completamente limpia.
- La vida se encargaba de no darnos un día de reposo. El abogado nos avisó que Enrique había rechazado la demanda de divorcio y había acusado a mi hermanita de abandono de hogar.
- Era el cuento de nunca acabar. Habíamos resuelto el misterio de la caja negra y ahora aparecía nuevamente Enrique. Intranquilas esperábamos el golpe final.
- Basta de reproches y menos ahora que vamos a ser vecinos. Dejamos esa asquerosa Ascona.
- El día difícil fue la tarde en la que Helmut muy solemne, de pie, en el salón de Tommy, anunció que quería casarse con mi hermanita y preguntó a quién debía dirigirse.
- ¿Sería posible que Ida estuviera de acuerdo con Gilles y con el notario para despojarnos del piso?
- Mi hermanita se echó a reír cuando le relaté mi sueño y comprendí que el poder de los sueños es intransferible, pues al traducirlos en palabras se disuelve se su efluvio misterioso, están fuera de la dimensión del lenguaje hablado.
- Le dije lo que pensaba, que Enrique era socio de ellos y de otros grupos a los que intentaba quitarles las ventas o las compras de algo, por ejemplo, armas.
- Todos los amigos andaban metidos en complots, en negocios subversivos y en actividades peligrosas.
- ¡Pendeja! El mundo entero es México, Magdalena es ¡mi mujer! ¿No te has enterado?
- No sólo era sueño, sino un presentimiento certero de algo mal que nos sucedía sin que fuéramos capaces de verlo o de adivinarlo.
- Billaud, con sus maneras elegantes, sus palabras amables y amenazadoras, obtuvo un pasaporte para mi hermanita, que decía simplemente: soltera.