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Portada del libro Miramar de Gloria Peirano en editorial AlfaguaraPortada de Miramar de Gloria Peirano

Hace un tiempo escribí la reseña sobre Miramar (Alfaguara, 2023) de la escritora argentina Gloria Peirano. Por eso ahora te comparto una lista con las 20 mejores frases que me encontré en esta novela.

  • Mi madre suele decir que su matrimonio fue una decisión que se renovaba día tras día.
  • Me enamoré de otra mujer, dijo, simplemente.
  • En algún momento de su vida posterior a la muerte de mi padre, había dejado de hablar fluidamente sobre el pasado.
  • A veces, mi padre nos pedía que representáramos Mujercitas. En realidad, no recordaba el nombre, decía algo como «eso que estuvieron haciendo en casa con María» y hacía un gesto extraño con la mano, súbito y ampuloso, un poco excesivo para las fuerzas que le quedaban.
  • Ese juego fue la antesala de la enfermedad de mi padre. De manera que yo estaba preparada para afrontar el papel que me tocaría en esa función.
  • Después de años de ceñirse al mismo repertorio de recuerdos, mi madre me habla por primera vez de ese llamado.
  • Todos esos padres estaban cuerdos y hacían cosas diferentes con la enfermedad de sus hijos. Es que las personas se vuelven aun más singulares frente a las decisiones que impone una enfermedad.
  • Me gustaría decirle que, para sentirse a salvo, hay personas que corren en dirección contraria a los mundos del dolor, como él mismo esa madrugada escapando del Hospital Italiano, pero otras, entre las que empiezo a contarme, sospechamos que esas circunstancias nunca vencen y que es mejor ir derecho hacia ellas.
  • A veces mi padre está cansado y no quiere jugar. Para no contradecirme abiertamente, se hace el dormido cuando entro en la habitación con el disfraz. Pero yo no me rindo. Me acerco en puntas de pie hasta la cama y extiendo el vestido sobre su cuerpo acurrucado. Él se queda inmóvil, respirando suavemente, y yo me siento en la silla que está junto a la cabecera. Entonces sé —y lo que sé es para siempre— que así es el paraíso.
  • Habla de la muerte de su propio padre con desapego, como si le costara demasiado esfuerzo concentrar la atención en el pasado.

Lee aquí la reseña del Miramar de Gloria Peirano

  • Ahora estamos otra vez en la fase del silencio. Dentro de algunos minutos, mi padre volverá a gritar de dolor en su cama y el ciclo se reanudará.
  • Salimos de la habitación. Mi madre cierra otra vez la puerta. En ese instante, tocan el timbre. Yo sigo con las manos entrelazadas en la espalda. Así estaré toda la tarde, y así también llegaré a la noche, cuando mi padre haya muerto, y así las pondré siempre cuando quiera estar a salvo.
  • Miguel me habla más rápido si Delia canta, tratando de cubrir con su propia voz la musiquita del fondo, y ante ese oleaje cruzado de voces entiendo que debo cortar pronto.
  • Es difícil contar como se naturaliza el dolor, de qué manera se quiebra su ferocidad.
  • Julia me pide que le repita muchas veces la historia de la casa. Tal vez sea porque vio varias fotos de esa época, y esas imágenes de sus padres tan jóvenes la deslumbran.
  • El pasado tenía un esplendor incomunicable.
  • Las casas de vacaciones son la cosa más triste del mundo. Son tristes aún en la niñez, cuando las llegadas y las partidas se deciden en otras esferas.
  • Podría ser la punta del ovillo que me llevará, tal vez, a saber a quién llamó antes de morir. A la mujer, eso también lo sé, a la que llamó por teléfono días antes de morir.
  • El curso de la vida sigue allí, intacto, voluptuoso, nos rodea por todos lados, se precipita sin reservas sobre nosotros, y recién más adelante, cuando ya estamos en el auto rumbo a la casa de los tíos, se va volviendo otra vez natural hasta hacerse invisible.
  • Los ausentes nunca hacen silencio. Hay que vivir con ese clamor de noche y de día. Los ausentes siempre son invisibles. No hay forma de disimularlos.

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