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Portada del libro Páradais de la escritora mexicana Fernanda Melchor, publicado originalmente en editorial Random House y después en esta publicación perteneciente a Debolsillo EditorialPortada del libro Páradais de Fernanda Melchor en editorial Debolsillo

Hace unos, días cuando escribí sobre uno de los últimos cuentos publicados en este blog: El videojuego de la escritora mexicana Bibiana Camacho, perteneciente al libro Jaulas Vacías (Almadía, 2019), comentaba que hay muchas formas de conocer el terror. Y hay incluso algunas aristas en las que el terror habita de forma normalizada en nuestro día a día y no sólo en los libros sino en la vida real. 

Basta con encender cualquier día la televisión y ver por menos de 10 minutos los canales de barra informativa. En el caso de México podrían ser Canal 40 o Foro Tv, para darnos cuenta de lo mal que está la sociedad y el país.  

Un poco motivado por ese cuento, decidí cuál iba a ser mi próxima lectura y posiblemente la siguiente autora de la que trataría de leer toda su obra, del mismo modo que el mes pasado hice con las obras de Elena Garro.

Así fue cómo llegué a Páradais (Debolsillo, 2023) de la escritora mexicana Fernanda Melchor. Una obra en la que los personajes son víctimas del odio, violencia y terror normalizado no sólo en Veracruz, el estado dónde todo sucede, sino a lo largo y ancho del país. 

En esta novela conocemos a Franco Andrade y Leopoldo García Chaparro; además conocemos a Zorayda, Milton y la familia Maroño. Franco y Polo son las dos cara de la moneda de la población mexicana, el primero, es hijo de un abogado que bien podría ser un gángster, un ladrón de guante blanco o un esposo de esos que cuando pierde su equipo —de fútbol principalmente— se desquita con su pareja, demostrando su hombría a través de los golpes.

Quien sabiéndose incapaz de criar a su propio hijo o decidiendo no hacerlo, que para fines prácticos en él es lo mismo, lo deja con su padres. Es decir, Franco vive con sus abuelos. 

El otro, Polo, es hijo de una madre soltera, que ha pasado toda su vida trabajando limpiando casas ajenas. Una mujer que ha sido el sustento de su familia desde el nacimiento de éste y que incluso mantuvo a su padre durante sus últimos años de vida, en los que el alcohol le terminó de consumir la poca memoria que le quedaba. A  quien Polo sigue extrañando, ya que mientras su madre no estaba era su abuelo quien le dio muchas de las bases que tiene para este camino maltrecho llamado vida. 

Siendo también, en muchos aspectos, la verduga de su propio hijo, consiguiéndole un trabajo de jardinero en una empresa en la que parecía que más que prestar sus servicios estaba vendiendo su alma al diablo y quien, además, impulsada por el enojo de haber abandonado la preparatoria tomará el salario íntegro de su hijo para pagar sus deudas.

Llegando así Polo a Páradais o Paradise como se lee en su contrato, pero del que su jefe, quien además abusa de su poder organizacional, corrigió inmediatamente cuando leyó en voz alta el nombre de la residencial. Misma en la que vive Franco y, para su desgracia, la familia Maroño. 

Esta familia está compuesta por Marián, su esposo y sus dos hijos: Miguel y Andrés. El esposo es conocido en la sociedad veracruzana y tal vez nacional, ya que constantemente sale en revistas o noticias y siempre está acompañado de su esposa e hijos: niños consentidos y con delirios de superioridad derivados de la fama de su padre. Su esposa, la señora Marián es una mujer que, a palabras de Polo: más que guapa era vistosa. Y quien utilizaba eso a su favor, para levantar su ego. 

Franco, además de ser un niño mimado abandonado por su padre, era un adicto al porno, de ese tipo de jóvenes que no concibe ver a una mujer más allá de un objeto sexual a satisfacción del hombre, aún cuando ésta no tenga el más mínimo interés en él. 

Conforme se fue dando la comunicación —porque  no creo que sea compañerismo y mucho menos una amistad— con Polo, Franco Andrade, quien era un masacote de muchacho, adicto al porno y que fantaseaba con tener relaciones sexuales con la señora Marián desde que esta familia llegó a vivir a la casa número siete del residencial Páradais.

Y que aprovechaba cada vez que bebía con Polo para dar rienda suelta a sus más oscuras fantasías mencionando primero con duda, después con convicción que la haría suya por la buena o por la fuerza. 

Polo, que aprovechaba el dinero de Andrade para beber, ya que él no tenía nada, gracias a su madre, lo escuchaba, primero dándole el avión, pensando en que su adicción al porno era grave, pero nunca imaginando que se gestaba un violador en ese cuerpo de gran tonelaje; después, con la certeza de que eso terminaría mal y aún así convirtiéndose en su complice. 

Pero, ¿qué es lo que llevará a Polo a aceptar ser parte de los planes no sólo criminales sino degenerados de Franco?En su caso es como la canción emblemática de El haragán y compañía: fue la misma sociedad/ y el medio en el que se desarrolló […] fue el medio/ sus padres/ sus amigos/ la necesidad. 

Leopoldo García Chaparro vive, como muchos jóvenes en México, en un barrio en el que lo mejor que puedes hacer es salir lo más rápido de él. De ese monstruo que consume a las juventudes y que se convierte poco a poco en una hidra con miles de cabezas, todas menores de 20 años. 

Creció con su abuelo, quien le indujo a la bebida con aquellos tragos que llamaba veneno y que compartían mientras le contaba sobre el futuro: le enseñaría a construir una lancha, para que Polo pudiera dedicarse a la pesca y no depender, como su madre, de los malos tratos de las familias, en muchos casos de clase social media-baja, que creen que por contratar a alguien para el cuidado del hogar ya son dueños de la persona, como si la hubiese comprado. 

El viejo, tal vez gracias a los venenos, perdió la conciencia de sí mismo, al grado tal que murió en la cama gemela a la de su hija —la madre de Polo— atado de pies y manos para no hacerse daño y para no salir de su casa porque olvidaba como regresar y lo encontraban en las calles sin dinero y sucio. Sin duda, un golpe fuerte para un joven Leopoldo que parece tiene prohibido expresarse con su madre y con la que su mayor comunicación ronda entre gritos y reclamos de parte de su progenitora. 

Además, su primo, como le dice Polo de cariño, Milton se ha ido con aquellos, sí esos que piensas y que están presentes en toda la República Mexicana. Esos que no necesitan nombre porque aún conociendo sus rostros y datos de su acta de nacimiento, es mejor callar. 

Tipos que robaron la libertad y la simpatía de su primo y ahora lo tienen enganchado a un radio y una escuadra, sombrío y, sobre todo, reflexivo para la vida y futuro de un joven Polo que quiere de regreso a su confidente, su hermano y mejor amigo. Quien además, no sabe si el hijo que está esperando su prima Zorayda es de él, quien terminó entrando en una relación incestuosa después de que ella abusara de él en unas vacaciones cuando tenía menos de 12 años.

Así, Polo, cansado de la vida que lleva y buscando, tal vez un botín; o tal vez, inconscientemente perderlo todo o librarse de todo aquello que lo reprime, accede a ayudar a Franco a cumplir sus oscuros deseos con la señora Marián, con todo lo que eso conlleve. 

Con una prosa oscura y un terror al estilo Roberto Bolaño en Amuleto (Debolsillo, 2017) la autora de Falsa Liebre (Random House, 2022) nos muestra este México que muchos siguen fingiendo que no existe; nos muestra estos males y este machismo e hipersexualización de la mujer acompañado de objetivización que hunden a nuestro país en uno de los más peligrosos para la mujer.

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