Portada del libro Un cuento de navidad del escrito chileno Alejandro Zambra en editorial Gris Tormenta publicado en el año 2023Portada de Un cuento de navidad de Alejandro Zambra

La semana pasada escribí sobre Un cuento de navidad (gris tormenta, 2023) del escritor chileno Alejandro Zambra. Por eso hoy te comparto las 29 frases que más me gustaron de este cuento-ensayo que aborda la relación entre un autor y su editor.

  • De repente, la existencia de un libro que nada tenía que ver conmigo dependía de mí.
  • Me respondieron, con férrea lógica transaccional, que solo me permitirían editarlo si escribía el prólogo.
  • En el invierno del año 2022 tuve la suerte de conocer a David Tightwad, quien muy pronto se convertiría en mi editor —me gustaba llamarlo así, mi editor, como si fuera solamente mío, supongo que para darme color, y también porque a veces realmente pensaba que era mío, del mismo modo que él creía que yo, en cierto modo le pertenecía.
  • Me ofreció de manera formal el trabajo y de inmediato sentí que el mundo se transformaba en un lugar apasionante.
  • No puedes quedarte los libros, porque son del diario.
  • Ahora sé que un editor es una especie de hermano mayor, que nos educa, protege y reprime o, quizás, directamente, un segundo padre, al que nunca dejamos de querer, respetar y temer, aunque luego los desafiemos, tarde o temprano, para crecer, o simplemente para sobrevivir, lo neguemos todas la veces que sea necesario, y hasta terminemos apuñalándolo por la espalda, en sentido psicoanalítico, por supuesto.
  • No sé qué hora era cuando terminamos de editar, pero hacía ya un rato que mi novia había decidido irse al cine sola.
  • Qué cosa más estúpida pelearse por una palabra, pensaban todos, pensaba el mundo. Qué cosa más hermosa pelearse por una palabra, pensaba yo.
  • Y quizás tu columna quedó mejor. Lo que pasa es que vertiginoso es una palabra muy poco vertiginosa.
  • Yo quería que habláramos de Bolaño y de Vila-Matas —no de literatura, no de sus libros, sino del vínculo, o incluso de la amistad, de Tightwad con esos escritores que yo admiraba.
  • Así que quizás escuchábamos a Carla Bruni cuando mi editor se quedó dormido en el sofá, con un cigarro prendido que le quité enseguida de los labios y también le quité los anteojos.
  • Era una casa inmensa para una persona sola, pero más bien pequeña para un matrimonio con cuatro hijos.
  • Entonces me sumergí en la biblioteca, que en un primer momento se me hizo monumental aunque solo ocupaba las cuatro paredes de un cuarto más bien pequeño.
  • Leí y gocé cuatro o cinco cuentos de Tabucchi, supongo que los más cortos, hasta que me quedé dormido.

Lee aquí la reseña del libro Un cuento de navidad de Alejandro Zambra

  • Ya no había espacio entre nosotros, sin embargo, para el rencor.
  • No era fácil admitir que mi editor era también el editor de esas estrellas de la literatura que yo admiraba sin reservas, pero que, debido al flagelo lacerante y estúpido de los celos, habían empezado a caerme como las huevas.
  • —Había que aprender a bailar algo y las opciones eran chachachá o salsa.
  • La salud de Bolaño era un tema que surgía cada vez con mayor frecuencia.
  • Bolaño no duró mucho más: murió a los pocos días, el 15 de julio de 2003.
  • Me gustaba más un mundo en el que él estaba vivo y escribía una obra magnífica e insondable que un mundo que ya no era posible imaginarlo escribiendo y espirando.
  • —Inténtalo —me dijo—. Cuando tengas hijos vas a tener que aprender a dibujar nomás.
  • Cuando pienso en esa noche e intento describir ese silencio, la primera palabra que se me viene a la cabeza es el verbo ejercer. Eso era, así era: ejercíamos el silencio.
  • Recuerdo que colgué el teléfono presintiendo que Tightwad iba a llamarme unos minutos después para hacer algún ajuste.
  • Editamos entonces, la bajada, hasta dar con el siguiente texto: «2666 es una novela inconmensurable, una novela que desafía cualquier idea previa sobre su importancia para la literatura hispanoamericana, e incluso mundial.»
  • Así que reincidimos, ahora no en el diario, sino en mis libros
  • Sonrío. Él también sonríe, con una especie de malicia resignada.
  • Siempre hay y siempre habrá algo de preciosa felicidad escolar en esas conversaciones que por largos pasajes parecen no conducir a resultado alguno.
  • Y quizás irá a algún museo, pero solamente a uno, y quizás a contemplar una sola obra.
  • Ni antagonista ni protagonista. Los editores damos más o menos lo mismo. Somos una compañía que se borra.

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