Portada de una vocación de editor del escritor español Ignacio Echerría publicado en 2020 por el sello editorial gris tormentaPortada de Una vocación de editor de Ignacio Echeverría

¿Cuántas veces nos ha pasado que comenzamos a hacer alguna tarea o actividad y se nos da de forma sencilla?, ¿cuántas veces nos ha tocado, también, que practicamos constantemente para alguna actividad y que aún con todo ese esfuerzo no logramos realizar al cien y vemos a alguien más que sin conocimiento previo lo realiza de forma, igual, sumamente sencilla? 

Hace unos meses rondaba por mi cabeza ese par de preguntas, me tomaba, incluso, tiempo para pensar en todas aquellas ocasiones en las que me he encontrado con ese tipo de prodigios. Desde aquellos a los que no es necesario explicarles mucho sobre alguna tarea porque intuyen cómo hacerla, hasta aquellos que sin ningún tipo de conocimientos previos, se encontraron una problemática o una actividad y la pudieron resolver. 

Y me preguntaba, además, cuántos de los autores que me gustan pertenecen a este círculo. De entrada se me ocurre Jorge Luis Borges, ese niño que con una edad muy corta ya había traducido algunos poemas e incluso la traducción era tan buena que ya se estaba forjando un nombre. O, también, el caso de José Emilio Pacheco, quien aprendió a leer a los tres años sin ningún tipo de asesoría.

Pero, incluso con estos autores, me preguntaba, ¿cómo son aquellas personas que se dedican a la aceptación de esos manuscritos?, ¿qué tipo de personalidad, experiencia o estudios deben o deberían de tener?, ¿cómo es que ellos se dan cuenta de que han dado con la persona correcta, alguien que puede dejar un legado en las letras de su país o en las Universales?

Con estas dudas y después de leer Un cuento de navidad (gris tormenta, 2023) del autor chileno Alejandro Zambra, en la que aborda la relación de un editor y un autor y cómo se genera un vínculo más cercano a partir de las letras; llegó a mis manos Una vocación de editor (gris tormenta, 2020) del escritor español Ignacio Echeverría. 

Como mencioné, incluso, en alguna red social hace unas semanas, la editorial gris tormenta tiene una colección titulada Editor y este es el tercer número de esas pequeñas publicaciones. 

En Una vocación de editor Ignacio Echeverría nos lleva a conocer los años de su juventud, esos años en los que conoció a Claudio López Lamadrid, el centro de este ensayo-memoria en el que se despliega sobre la vocación de entregar todo por las letras. 

Acercándonos a sus tíos que se dedicaban a la edición de libros y que fueron los fundadores del sello Tusquets Editores y ese momento en el que éste tuvo su boom con la colección Andanzas publicando primero el libro El amante de Marguerite Duras y posteriormente La insoportable levedad del ser de Milan Kundera. 

Lo que llevó a nuestro protagonista —Lopez Lamadrid— a entrar en el mundo editorial, primero como asistente; como correveidile o iveme, hoy conocido como office boy, para posteriormente adentrarse a la edición tipográfica, ortográfica, pruebas de imprenta y corrección de texto. 

Momento en el que nuestro autor —Echeverría— entra a Tusquets Editores, para comenzar con actividades similares a las de Claudio. Pero siendo este momento, también, donde los caminos de ambos se separaban para no poder encontrarse de nuevo en el mismo sendero. 

Ignacio entró como editor de mesa, sí, pero posteriormente éste comenzó su carrera como reseñista mientras Claudio continuó como editor. Llegando así a lo que en su momento era Random House Mondadori, donde la lectura de manuscritos era mayor y ahí Echeverría nos cuenta sobre ese momento en el que los editores dejan de leer a los autores que les gustan para comenzar a leer a los autores que beneficiarán en algún momento los intereses y objetivos comerciales de la editorial. Porque como dice Pilar Gordoa en El arte de conquistar lectores, las editoriales antes de ser productos o servicios culturales son empresas. 

Echeverría nos cuenta también que él tomó un camino distinto al de Claudio e incluso al de casi cualquier editor. Se fue como reseñista, medio en el que poco a poco comienzan  a especializar a los mismos colaboradores, dependiendo del medio para el que publiquen, ya sea en algún autor o en algún género, contrario a los editores que todo el tiempo reciben textos con diversas temáticas, autores, regiones e ideologías. 

Llevándonos así a conocer los grandes logros y la vocación, al parecer de nacimiento, de Claudio López Lamadrid quien, a pesar de su distanciamiento social, su tendencia al silencio y la individualidad, hacía sentir a los autores escuchados, queridos y animados de que fuera él quien llevaba sus textos, desde la concepción de la idea hasta la publicación del producto final: el libro. 

Volviéndose, como menciona Zambra en Un cuento de navidad, un editor de esos que se convierten en hermanos mayores y están ahí para guiarte y escucharte cuando tú estás dispuesto a tirar la toalla. 

Ya en los años 2000 Bertelsmann compró y fusionó Penguin con Random House Mondadori para dar nacimiento al nombre actual de la editorial, en su división en español: Penguin Random House Grupo Editorial. 

Lugar en el que a pesar de ser una empresa multinacional le brindaron a Claudio todo el tiempo confianza y libertad creativa. Lo que derivó en la creación del sello Literatura Random House (hoy simplemente Random House) con lo que unía voces de diversas latitudes del mundo y géneros en ocasiones, incluso, contradictorios. 

Y con lo que creó, también, la iniciativa Mapa de las Lenguas con la que buscaba unir y recorrer todo el mapa de las diversas regiones en las que se habla español en ambos lados del Atlántico. Además, nos habla de la creación y la conceptualización del sello Reservoir Books, donde actualmente escriben músicos y otros artistas. 

Sin duda, a través de las páginas de Una vocación de editor conocemos esa definición de los prodigios y de cómo llegan a estar detrás de los que tarde o temprano se convierten en un pilar importante del presente de las letras universales. Un editor que demuestra que en muchas ocasiones incluso hay que defender a un texto de su propio autor.

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