La semana pasada escribir una reseña sobre el libro Una vocación de editor (gris tormenta, 2020) del crítico literario, editor y escritor español Ignacio Echeverría. Por lo que hoy te dejo las 52 frases que más me impactaron de este ensayo.
- La desilusión que lo embargó al descubrir que yo estaba en lo correcto fue profunda.
- «Una vez compartí un vuelo transatlántico con Coetzee y fue terrible», me dijo, consciente de que yo estaba al tanto de su cariño y la admiración que profesaba por el escritor sudafricano.
- Había hablado mi ansiedad, antes que mi boca. Y cuando mi boca se cerró, quedaba mi ansiedad: agarrando la servilleta que tenía delante, aseveré: «Qué espanto».
- Así eran las cosas con Claudio, con el Claudio editor: en su oficina, en una feria, en una cena de trabajo o discutiendo un manuscrito te compartía su burbuja.
- Y en lugar de hablar de libros, tiros y estrategias, hablamos de literatura.
- Cuento esto porque fue así como aquella relación, que había sido profesional y solo después fue de amistad, se volvió profesional y de amistad a un mismo tiempo.
- Él siempre tuvo claro que la clave, como bien intuye Echeverría en estas páginas, era la complicidad.
- Y es que para hablar del trabajo del editor con el autor, hay que hablar, otra vez, de esas burbujas, de las burbujas de animal profesional en las que Claudio te metía.
- Así era Claudio: mi libro tenía los colores exactos de las servilletas de Renfe.
- Hasta bien entrado el siglo xx, el oficio de editar era asunto, principalmente, de libreros e impresores.
- Hoy se cuentan con las manos los supervivientes de esa época dorada, cuyos resplandores Claudio López Lamadrid todavía alcanzó a conocer de primera mano, si bien desarrolló el grueso de su actividad en los tiempos muy distintos que la sucedieron: los nuestros.
- Claudio se hizo editor porque un tío suyo, Antonio López Lamadrid, se hallaba al frente de Tusquets Editores, sello creado en 1969 por su pareja sentimental, Beatriz de Moura.
- Su afición a la lectura lo movió más adelante, mientras todavía cursaba Derecho, a matricularse además en la carrera de Filología.
- De hecho, los primeros trabajos que Claudio realizó para la editorial fueron de naturaleza más bien mecánica.
- Es importante hacerse cargo del amateurismo que durante sus primeros años caracterizó a sellos como Tusquets o Anagrama, impulsados con más entusiasmo que conocimiento de causa por emprendedores de ánimo aventurero con muy corta o ninguna experiencia en el oficio de la edición.
- Nadie en la editorial tenía conocimientos previos acerca de muchos de los problemas que debíamos resolver.
- Claudio y yo trabajamos juntos en Tusquets cerca de cinco años, quizá algo más.
- Pese a realizar las mismas tareas, Claudio y yo teníamos, como editores, caracteres y aptitudes muy distintos.
- Es sabido que el término editor es confusamente polisémico.
- Aun entre los lectores más expertos, es muy poco lo que suele saberse de los oficios del libro.
- «Reivindico la edición de texto, que es algo que las nuevas generaciones han ido descuidando. Es una lástima, porque se trata de una parte fundamental de nuestro oficio».
- «Editar los textos, trabajar con el autor, o con la traducción, y encima hacerlo de forma anónima, sin dejar rastro de autoría. es fascinante, porque tocas la esencia misma de tu cometido: el editor trabaja para el autor, y no viceversa».
- Los escritores carecen por lo común de interlocutores con los que trabajar sus propios textos.
- Sabía intervenir un texto en todos los niveles, cuidarlo, mejorarlo.
- Durante cerca de quince años, como se está viendo, Claudio y yo desarrollamos trayectorias bastante coincidentes.
- Claudio tenía madera de editor en el sentido más lato del término, la de publisher.
Lee aquí la reseña de Una vocación de editor de Ignacio Echeverría
- La crítica ofrece un buen campo de observación de cómo una autoridad se puede construir al margen del poder, incluso en oposición al mismo.
- «Ambos, crítico y editor, son prescriptores, pero prescriben con la vista puesta en lugares distintos. Un editor no contrata lo que le gusta, sino lo que le conviene; contrata con la vista puesta en su propio catálogo. Un crítico, por el contrario, en el mejor de los casos debería ejercer su trabajo de prescripción con la vista puesta en un canon concreto, en el que sea. En ese sentido creo que crítico y editor se complementan más que compiten».
- Y es que en ocasiones —más de las que cabría pensar— al editor le puede tocar defender el texto de su propio autor.
- Cultivó el trato con los autores con genuina fruición, y reconocía abiertamente, incluso apasionadamente, que la amistad con ellos era el trofeo más preciado de su trabajo.
- Hay autores que publican con nosotros porque les pagamos más que la competencia y otros que publican por fidelidad.
- Claudio se identificaba, pienso yo, con un editor como Robbins, «capaz de tomar un vuelo nocturno de Nueva York a California con el único propósito de —como recuerda Didion, emocionada— tranquilizar a una escritora nerviosa».
- La paradoja reside en que, si bien hoy en día es más sencillo poner en marcha un sello editorial, puesto que la tecnología apoya y la inversión necesaria es mucho menor, el tipo de editorial que uno puede montar es más de nicho, enfocada a un género concreto.
- Cuando murió era director editorial de Literatura Random House, y era a la vez el encargado de dirigir y coordinar, siempre desde España, todas las sedes del grupo en América Latina; diseñaba las estrategias de contenido globales, supervisaba las contrataciones y controlaba los planes editoriales.
- La huella más notoria de Claudio como editor es la de haber acuñado en sí mismo el modelo más plausible de editor del siglo XXI: el de un editor imbuido aún en la vieja tradición de su oficio que, en el marco de un gran grupo, enfrenta sin prejuicio y con cierto espíritu de riesgo los retos que sin cesar le plantea una época radicalmente nueva.
- «La valía de un editor se demuestra tanto en su línea editorial como en su capacidad de adaptarse y trabajar en líneas editoriales distintas y muchas veces opuestas.
- Era proverbial la capacidad de Claudio para escabullirse de cualquier situación de la que se sintiera cautivo.
- Siempre me sorprendía —cuando muy ocasionalmente compartíamos una comida o una cena con algún autor de su catálogo— el grado de cordialidad y de confianza con que solían tratarse. Con António Lobo Antunes, por ejemplo, o con David Rieff, la última vez.
- «Lo he dicho muchas veces: yo me he encargado de desarrollar sellos exclusivamente literarios dentro de grandes grupos y jamás nadie me ha prohibido publicar un solo título, por descabellado que pudiera parecer».
- En alcance de este calificativo —el de «independiente»— debe limitarse estrictamente a la autonomía empresarial, no al criterio selectivo. Pues en definitiva todo editor, grande o pequeño, depende para sobrevivir de un determinado margen de acierto en sus apuestas, y solo en muy contadas ocasiones se puede permitir apostar una y otra vez por un autor siempre deficitario.
- De mi experiencia como reseñista, que se prolongó durante más de quince años, recuerdo muy bien como, a medida que fui ganando notoriedad, el horizonte de los libros y autores sobre los que me correspondía ocuparme se fue, paradójicamente, estrechando.
- Con gran escándalo le oía yo decir que él, como tantos editores en la actualidad, no daba curso a los manuscritos que le llegaban por las buenas, sin haber sido solicitados ni haber pasado por ningún filtro previo.
- Como editor que se aprecie, Claudio también contaba con su equipo de informantes de confianza.
- El rasgo más característico de Claudio como editor fue, insisto, afrontar los retos de la nueva época con el bagaje de quien, conociendo la anterior, hacía suyos los aspectos más valederos de su herencia.
- Dentro del grupo editorial para el que trabajó, suscribió muy desde el principio el objetivo de convertirlo en un «grupo fundamentalmente digital».
- Bien pronto, apenas reclutado por Grijalbo Mondadori, entre sus primeras iniciativas se contó con la creación de una colección como Reservoir Books, que aspiraba a ser no solo un radar de nuevas tendencias, sino también un laboratorio de libros de consumo alternativo, genéricamente desclasados, sensibles a la cultura popular, a la contracultura y a los radicalismo de toda especie.
- La fórmula ha demostrado ser exitosa, y Caballo de Troya constituye en la actualidad un sello de referencia para muchos, sobre todo en la franja de los lectores más jóvenes.
- Claudio se propuso desde muy pronto integran en su catálogo a autores de lengua española de una y otra orilla del Atlántico.
- Mapa de las Lenguas: un mapa capaz, según sus propios términos, de integrar «todas las voces que recorren una literatura en castellano signada por la pluralidad, la diversidad de estilos, imaginarios y poéticas».
- La utopía americana, aquella que desde los tiempos de la Conquista contempla el continente como una potencial comunidad cultural y económica, topa una y otra vez —salvo excepciones contadas— con el desinterés que el público de cada país siente por las producciones de los otros.
- Desde el punto de vista de nuestra proyección pública, la del editor y la del crítico, Claudio y yo representábamos intereses y criterios condenados con frecuencia a interferirse.
- Pero en el ajetreo diario, en medio del tráfico incesante de las llamadas, de los correos, de las redes sociales, lo que sobre todo hacía era leer poesía, mucha poesía.