Sin duda alguna el covid-19 para muchos marcó un antes y un después. El año 2020 quedará marcado para múltiples generaciones. A partir de este año en México y el resto del mundo se vivieron días difíciles. En los que cientos o miles de personas perdieron todo lo que tenían. Empleo, vivienda e incluso familia.
Durante estos años oscuros, se vivieron cosas que no se habían visto anteriormente. Primero el miedo hacia los empleados del sector salud, después el máximo respeto a los mismos, para después pasar de nuevo a la duda, miedo, incertidumbre y hasta enojo.
Las actividades durante la pandemia pasaron de ser físicas a digitales: clases por zoom, llamadas con amigos por whatsapp o alguna otra aplicación. Festejar cumpleaños con fondos divertidos en los meets. Comprar todo a través de los Ecommerce.
La cuarentena provocó también ataques de ansiedad, depresión, violencia doméstica, divorcios, propuestas de matrimonio, maternidades y paternidades. Los que tenían hijos pequeños pudieron verlos crecer, acompañar ese proceso en el que éstos dan los primeros pasos, emiten sus primeras palabras y el futuro no pintaba tan negro como en esa actualidad.
Muchas otras personas encontraron ayuda en diarios, en los que podían anotar el día a día de una enfermedad que atacaba sin piedad a todo el mundo, a la par que podían memorizar el día a día en sus hogares.
Así fue como Laia Jufresa, la autora de Umami (Random House, 2023) comenzó a escribir sobre la intimidad de su casa, las reflexiones sobre la pandemia, la maternidad y sus proyectos, dando vida a lo que posteriormente se convirtió en su más reciente libro de no ficción: Veinte, veintiuno (Random House, 2024).
En este libro conocemos a Laia, Olivia y Tod y cómo enfrentan los días de la pandemia desde el 2020 hasta el 2021. Y cómo pasamos de la normalidad a la normal nuevidad. Aprendemos sobre el lenguaje y el amor. Sobre lo mexicano y lo extranjero, sobre literatura, sobre la comunidad, la comunicación, el léxico y las reglas autoimpuestas de hablar bien.
Entre las páginas de Veinte, veintiuno, la autora nos muestra cómo lleva su maternidad y comunicación con Olivia. Como ella mezcla palabras e idiomas para poder expresar lo que siente. En ocasiones tomando frases en español, en otras en inglés. Hasta que un día Laia se da cuenta de que su hija aprendió francés viendo videos de Peppa Pig.
Saltando entre su trabajo y su maternidad Laia nos va contando sobre su proyecto. Una novela y cómo es el desarrollo creativo de la misma. Para hablarnos también de cómo inició el proyecto: Escribir es un lugar.
Además, la autora realiza diversas reflexiones sobre el uso del lenguaje y el lenguaje inclusivo que parece estar de forma nativa en la pequeña Olivia. Para después dar saltos entre el pasado y el presente, acercándonos a sus años de niñez y de juventud en los que se dio cuenta de la cruda realidad de vivir en México.
Hablando de pasajes como el conocido multihomicidio en Chihuahua a una familia que veía carreras de caballos o todo lo ocasionado a partir de la guerra contra el narco emprendida por Felipe Calderón Hinojosa. Preguntándose qué le dirá a su hija cuando crezca y pregunté por qué dejó México.
En las páginas de Veinte, veintiuno nos damos cuenta y coincidimos con muchos pensamientos que llegaron a nuestras cabezas en aquellos años de covid. En ese tiempo en el que la incertidumbre era lo único que teníamos seguro…